25 septiembre 2009

El hogar de la Templanza - Por: Cristina



Quedé con Tempi (el diminutivo con el que le gusta que le llamen) en que ella vendría a recogerme y me llevaría a su casa, porque el camino hasta su casa es algo complicado, pues hay que atravesar un oscuro bosque. Aparece tan guapa como siempre, con el pelo ondulado y oscuro suelto, su piel blanca y sus ojos azules, vistiendo ropa deportiva, cómoda para andar por el bosque. Cuando me ve me abraza y me dice que no tenga miedo, que ella me guiará por el bosque hasta la salida.

La verdad es que se trata de un bosque muy oscuro y muy denso, a veces pasamos por huecos tan pequeños entre los árboles que parece una cueva... ella va delante y constantemente mira hacia detrás para ver cómo voy... no lo voy a negar, estoy un poco agobiada. Afortunadamente el viaje no dura mucho, y salimos del bosque, apareciendo al borde de un gran lago, a cuya orilla se encuentra su casa y un pequeño embarcadero con una barca.


Lo primero que hace es guiarme hasta su casa. Es una casita totalmente hecha de madera, de una sola planta. Está totalmente integrada con el bosque a su espalda y el lago en el frente. Es como si su lugar natural de estar fuera ese. Todo está en equilibrio, nada sobra y nada falta. Es una casa grande y espaciosa, con un gran porche a la entrada, donde hay una mesas y sillas, y algunas plantas. Abre la puerta y pasamos dentro, y aún más hermosa. No hay paredes entre el salón y la cocina, y el dormitorio sólo está separado por un biombo japonés de color crema.

Las paredes y el suelo son de madera, lo que hace que la casa sea cálida, y confortable, pero además está todo salpicado de toques de color: plantas y flores, grandes minerales (pirámides de cuarzo, bolas de cristal, amatistas)... cuadros luminosos donde se puede ver el mar... además de grandes ventanales que dejan pasar chorros de luz... y una cosa sorprendente: no hay persianas ni cortinas. Según ella el paisaje es tan increíble que no quiere poner nada que impida que entre la luz ni la fuerza de las plantas, el bosque y el lago.

Nos acercamos a la cocina y me invita a una infusión, dulce y fría, como a mí me gustan, aunque ella la toma templada. Y nos acercamos a charlar al sofá, mullido y cómodo, tapizado con una suave tela, como de terciopelo. Y me acomodo, sabe que la estaba buscando y tenemos muchas cosas que contarnos.

Después de la charla me invita  a seguir visitando su casa, y pasamos el biombo y nos acercamos a sus dormitorio: su cama es enorme y tiene un dosel de gasa blanca, al igual que el edredón. Encima de la cama está su gata negra, echa un ovillo, dormida, y a los pies un par de perros enormes y blancos, creo que son golden retriever. Se respira tranquilidad y sosiego en el dormitorio, que tiene un gran ventanal desde el que se ve el jardín de detrás, lleno de flores, y el pequeño huerto que ella trabaja, pues necesita sentirse conectada tanto con la tierra, como con el agua. Tal y como dice ella "este sitio es el lugar donde conviven, en perfecta comunión, el agua, la tierra, el aire y el fuego... y el sol y la luna danzan para nosotros... yo necesito sentir que estoy en perfecta armonía con todos ellos".

Vive sola, y no se observa ninguna fotografía ni retrato de nadie. En cierta forma es como si viviera una especie de retiro espiritual, y se lo comento: "a veces, para encontrar el equilibrio, hay que saber retirarse del mundo a tiempo".

Observo que no hay televisión, pero sí que tiene un pequeño escritorio en el salón, donde tiene un ordenador con conexión a internet: "me gusta aislarme de vez en cuando, pero no soy una ermitaña" me comenta, sonriendo. En otro rincón hay una gran librería, con libros de muchísima temática, pero sobre todo psicología y ecología, además de un piano y un arpa: "la música amansa a las fieras, que en este caso vendría a decir que amansa y calma el espíritu... para mí es otra forma de relajación"

Me sugiere que vayamos al embarcadero, a mirar el lago y a seguir charlando allí, y le pido que me espere un segundo, pues necesito ir al baño. El baño es como adentrarse en otra especie de paraíso y relax para los sentidos: una bañera enorme, de hidromasaje, está situado en medio de un baño enorme, lleno de velas, aceites esenciales y perfumes... también tiene un equipo de música y el borde de la bañera está lleno de conchas. Me parece un fuerte contraste comparado con el huerto que tiene en la parte de atrás de la casa.

Salimos y nos sentamos en el embarcadero, con los pies descalzos, dentro del agua, y seguimos charlando, mirando al horizonte, o mirándonos, de vez en cuando. El pelo le dibuja ondas en la espalda y le brilla con los rayos del sol... en ese momento me gustaría parecerme a ella, tranquila, sosegada y confiada de sí misma. Me mira y sonríe: "ven a casa, quiero regalarte una cosa"...

Volvemos a la casa  y se acerca a una de las repisas, donde se encuentran sus minerales, vuelve hacia mí, coge mi mano y deposita una bola de cristal de cuarzo blanco en mi mano: "no te rindas, sigue luchando, concéntrate en la bola y ella te ayudará a conseguirlo". Nos abrazamos y nos despedimos. Estoy segura de que volveré a visitarla muy pronto.

4 comentarios:

Aurora Díaz dijo...

Cristina:
¡Qué liviana la casa de La Templanza! Tranquila y sosegada.
Me encantó.

Aurora Díaz dijo...

Ah, olvidé decirte que pude ver que la casa tiene chimenea. Que calidez, es fascinante mirar el fuego!!!

Cristina dijo...

Esa casa de la foto es real... es mi sueño... Muchas gracias, me alegro mucho de que te gustase.

Shonen dijo...

Coincido con los gustos de la Templanza.
Creo que una casa asi es el sueño de muchos.

PAZ Y AMOR :D