26 septiembre 2009

La Casa de La Sacerdotisa 2

Autora: Aurora Díaz
www.auroradiaz.com



Llegúe a los muelles de San Juan, Puerto Rico, a las 2 PM. Abordé un barco que me transportaría hasta la costa noreste de la isla, donde reside La Sacerdotisa. Sólo llevaba un pequeño bolso con lo indispensable; y un mazo de tarot. Me sentía cómoda, vestía con mahones hasta la rodilla, camiseta blanca y sandalias. Ah, llevaba mi pulsera de cuarzos blancos en mi muñeca izquierda.


El barco me dejó en el malecón de Isla Verde.  Eran las 4:00 PM, comenzaba a declinar el sol. Me relajé y esperé la señal indicada; mientras, dejé mis sandalias en la arena. mojé mis pies, y  recogí varios caracoles de la orilla. Los puse en mi bolso después de agradecer al mar su precioso obsequio.  A lo lejos, vi una figura azul que caminaba a mi encuentro. Esperé unos instantes hasta que se acercó más. Era  un pescador. Me indicó que debía abordar su pequeña barcaza, cortesía de La Sacerdotisa.  Él me conduciría a mi destino. Mantuvimos silencio todo el trayecto. El mar se tornaba azul profundo, y el sol se alejaba  en el horizonte.  Me pareció que viajaba fuera del tiempo. Disfruté la eternidad de esos minutos mientras el mar me envolvía en su perfume. Entré en otra dimensión. 


El barquero entró a una pequeña bahía a través de un arco de piedras. ¡Una belleza de la naturaleza!  Sentí una energía liviana al pasar el arco. Se respiraba una paz enorme y tal parecía que la barcaza levitaba pues se deslizaba sin resistencia por el agua.





En el centro de la bahía se divisaba un túnel. Al llegar a su entrada el barquero se detuvo, y me dijó, “llegamos”.  Amarró la barcaza a unas bambúas y  nos adentramos en el túnel caminando. El aire allí era fresco, la luz era  tenue, estaba casi a obscuras.  Tuve que hacer uso de mi imaginación e intuición para dar cada paso, pues el pescador caminaba detrás de mí.  Era como si yo lo estuviese guiando a él, en ves de él guiarme. Tal parece que se invirtieron los roles...



Más adelante, al final del túnel,  vi una escalera de piedra. Me viré y le pregunté adonde nos llevaría. “A la casa de La Sacerdotisa”, me contestó.


Subimos por la escalera de piedra gris, pulida, amplia, en forma de espiral.  Al subir observé muchas puertas contiguas a la escalera.  Llegamos a un espacio abierto,  también con paredes de piedra, donde había bastante claridad.  Olía a frutas frescas, era nada menos que la cocina de La Sacerdotisa. No tenía estufa, sino que en su lugar había una mesa llena de frutas, vegetales frescos y pan recién horneado.  En una tablilla de madera había unos cuencos de cristal de cuarzo transparente y otros recipientes y bandejas elaborados con piedras semi-preciosas. En el fondo, una ventana enorme tenía un jardín colgante que daba hacia el exterior; hacia el interior estaba lleno de macetas con especias. En una esquina pude ver un fogón de leña con una tetera de bronce sobre él. Estaba humeando. "De seguro tomaremos té", me dije en silencio...


La Sacerdotisa me sorprendió al entrar en su cocina por la puerta de atrás. Me saludó y me dio la bienvenida a su casa. El pescador se marchó por la misma escalera por donde llegamos. No sin antes La Sacerdotisa darle instrucciones de arreglar algunas de las puertas que antes vi al subir las escaleras. En ese momento me enteré que esas puertas daban acceso a los registros akásicos. Se trata de unos túneles que corren a través de las piedras pasando por debajo de la bahía.  Aproveché y le mencioné que me interesaba verlos. Me dijo que sí.

Ella vestía un traje  largo hasta los tobillos, azul claro en gaza de algodón. Tenía una bufanda plateada alrededor de su cuello. Calzaba sandalias de cuero. Su tez era triqueña claro y su cabello castaño bastante rizo. Lo llevaba largo, hasta sus hombros. No tenía ni gota de maquillaje pero su piel era tersa. Sus ojos grandes color castaño y sus facciones como las típicas latinas. Era delgada, pero no tanto.  La única joya que llevaba era una pulsera de cuero con una amatista facetada, preciosa. Sus manos eran largas y sus uñas impecables pero cortas. Sus ademanes muy suaves al hablar.


Sirvió  té de mate en unas tacitas de cuarzo verde. Colocó las tazas  en una bandeja de lapizlasuli y me invitó a pasar a su sala. La sala era un recinto con paredes y pisos de piedra pulida, igual que toda la casa. Las paredes tenían candelabros de bronce con sus velas prendidas.  Imperaba una gran sencillez y frugalidad, se respiraba espacio y orden en la sala, noté que solo había lo indispensable. De otra  pared colgaban dos espejos enormes que llegaban desde el piso hasta al techo; tenían forma ovalada con los marcos de  ébano rústico.  En la pared contraria,  frente a los espejos, estaban dispuestos infinidad de cojines de todos los tamaños. Me invitó a sentarme  sobre un cojín enorme y mullido.  Colocó la bandeja en una mesita y me ofreció la taza de té.   


Estuvimos conversando de muchos temas, entre ellos, el akasha y el tarot. Le enseñé el mazo que traía en mi bolso y le fascinó por su concepción tan moderna. Al ver que le gustaba, insistí en regalárselo. Humildemente aceptó el regalo diciéndome, “siempre lo atesoraré”. Se levantó, y pasando a través de unas cortinas de gaza blanca, dijo que iba a buscar algo a su habitación.  No tardó mucho, trajo varios mazos de tarot, que estuvimos estudiando toda la tarde.  Ya anochecía cuando una mujer salió de la cocina con la tetera, una bandeja de frutas y pan fresco. Cenamos, sentadas en los cojines de manera muy informal.  



Eran pasadas las 8 de la noche, tenía que marcharme pronto. Como si me leyera la mente, se levantó y me pidió que la siguiera, deseaba enseñarme el resto de su morada. Me invitó a pasar a través de la tela de gaza blanca, a su habitación. Para mi sorpresa, no tenía una cama ni colchón alguno, sino que tenía un cojín azul obscuro, y una mesita de ébano frente al cojín. 







Sobre la mesa tenía un libro de cubierta azul, una vela dorada encendida, y una concha de mar,”abalone” que utilizaba como espejo.  Al lado del cojín tenía una canasta con unos cuantos mazos de tarot, no muchos. Antes de que yo preguntara, me dijo que ella no dormía, sino que meditaba durante algunas horas de la noche y las horas restantes trabajaba catalogando la nueva información que entraba a los registros akásicos.  Cuando dijo, “registros akásicos”, señaló con su dedo índice una de las paredes de su habitación. La pared completa simulaba un televisor, pero era traslúcida, de apariencia gelatinosa. En ella se proyectaban imágenes de los túneles con los registros, de este planeta y de otros mundos...  Al posar mi vista sobre la pantalla se me activó el tercer ojo. A través de esa pantalla ella tenía acceso a todos los tiempos, la información y  los universos que existen.  Noté que su habitación no tenía ventanas. Le pregunté al respecto. Señalando su tercer ojo, me dijo: “esta es mi ventana”.

Salimos de su habitación y recorrimos un largo pasillo. Al final del mismo me topé con otra escalera en espiral, nada menos que  construída en piedras de amatista y paredes de cuarzo blanco. La escalera llegaba a un tercer piso. Me dijo que allí  solo subía ella, pero haría una salvedad, decidió llevarme hasta la mitad de la escalera. Mientras subíamos observé que en las paredes colgaban las  imágenes de los 22 Arcanos Mayores. Nos detuvimos en el escalón que llegaba hasta el Arcano, La Fuerza. Me explicó que la escalera llegaba a un salón donde ella se reunía con los maestros ascendidos de esta galaxia y de otras.  Me dijo que la vibración de ese espacio era tan alta que podía perderme en el tiempo si entraba allí sin estar preparada. Entendí perfectamente. Bajamos y me condujo hasta la cocina donde estaba la escalera por donde había llegado. El pescador estaba esperándome allí.

 





Antes de marcharme me tomó la mano y me colocó un caracol en ella; el Astraea Phobia: éste simboliza, “al encuentro de tu destino”. Le di las gracias por su hospitalidad y por su amabilidad. Entonces se acercó, me abrazó y nos besamos en las mejillas. Me dijo al oído: “identifica tu estrella y síquela, ella te llevará a cumplir tu destino.”

Desde ese día llevo colgada la Astraea Phobia de mi cuello, y cuando medito, la dibujo en mi tercer ojo...

Fin


***Ilustraciones

 Las fotos son de Las Cuevas de Camuy en Puerto Rico.


6 comentarios:

Ivana dijo...

Atrapante al instante!Lo segui conteniendo la respiracion,porque verdaderamente se respira misterio y sutilezas varias en todo el relato.
Lo senti dentro de que se que es una creacion literaria,"real"y sugerente...
Quien no se queda con ganas de soñar esa vista despues de leerlo! :)
Cariños!

Cristina dijo...

Ha sido casi como entrar en otra dimensión... Y con muchas sutilezas, tal y como comenta Ivana, pero creo que aún no las comprendo todas.
Precioso.

Besos

Olin Yolixtli dijo...

Aurora,
bellisimo tu relato y los paisajes tambien. Cuan enigmatica es la sacerdotisa asi es tu relato,

Bendiciones,
Olin

Aurora Díaz dijo...

Amigas, los paisajes son de Puerto Rico; Las Cuevas de Camuy.

El relato. Es impresionante como la subconciencia se manifiesta. Cuando seleccioné La Sacerdotisa, de inmediato imaginé las 2 escaleras en espiral. Sin embargo al comenzar a escribir todo fue fluyendo en un solo intento. Supongo que lo mismo le ocurrió a muchas de ustedes.

No sé de donde salió el pescador. Analizándolo ahora lo percibo como mi guía espiritual en el viaje...mientras escribía.

Tampoco planifiqué entrar a la casa por la cocina. Analizándolo, pienso que es por que me encanta cocinar. Para mi, cocinar es un acto de magia!

Lo de la carta, La Fuerza, tampoco fue planificado, surgió natural. Claro está, es mi carta astrológica y mi subconciencia la soltó allí...

Gracias por sus comentarios.

Aguila Diurna dijo...

Me encanto tu relato, lleno de imágenes y simbolismo, las fotografías maravillosas, que bella es nuestra madre tierra! Gracias por todo lo que nos das, no dejaré de bendecirte.
Mil besos!!

Shonen dijo...

Las imágenes surgen a mi alrededor convirtiendo la realidad en tu descripción....

Por un lado sentía frio, tal vez por que la cueva, siempre me han dado esa impresión pero, por otro, la niña que llevo dentro abría los ojos extasiada y atónita.

Gracias Aurora. :D